Tengo 26 años, nací en San Miguel y a los cuatro años me fui a vivir a Pilar, provincia de Buenos Aires. Dibujo desde chico. Mi primer taller fue en la biblioteca Bartolomé Mitre de Pilar. Después estudié artes visuales en el Instituto superior de Arte y Creatividad de Pilar (IACP) dirigido por Graciela Borthwick. Perfeccioné el dibujo y la pintura en París, en la Academia de Arte Terre et Feu de Versalles.
Mi apodo Moche Atroche viene de una costumbre de leñadores. Cuando cortan la madera usan los verbos trocear y mochear en el sentido de “darle duro” o “abrir camino”. La vida es un poco así; no sabés qué hacés pero le das duro y seguís abriendo camino.
Mis obras son siempre estudios de anatomía. Éste dibujo es un estudio más, otra experiencia más que se transforma en registro psicológico. Hace años que me metí con el tema del cuerpo humano y cada vez menos puedo salir. Es un tema que ya se trabajó a lo largo de toda la historia del arte. Yo hago mi propia anatomía del siglo XXI. Más allá de todos los avances tecnológicos y científicos, es un tema que sigue generando misterio en el hombre.
Resumí al ser humano en la figura del intestino. El centro del cuerpo es el intestino, los músculos están formados por fibras que si las separás se contraen como el intestino, las venas están contraídas, la unión con el embrión es a partir del cordón que tiene el intestino y así podría seguir nombrando mucho más. ¿Dónde está la parte emocional? Cuando te enamorás o algo te da bronca. ¿Dónde lo sentís? En la panza, en el intestino, siempre. Algunos médicos –los entrevisté para mi trabajo final universitario– dicen que al intestino se le llama el “segundo cerebro” porque es el otro órgano que más neuronas tiene.
Uso la pluma y la tinta a modo de revalorización de un instrumento antiguo. Además, con la pluma podés hacer todo de un solo trazo. Trabajo con lienzo, me gusta la resistencia de la tela, hace más rico el proceso de creación.
Tengo un timbre que toco cuando empiezo y cuando termino. Me funciona como condicionante. Es conductivista; las cosas tienen que quedar como estaban para después volver a recuperar el estado de ánimo de la obra.
Antes de ponerme a trabajar leo y escribo mucho. De eso tomo una frase o una palabra y la resignifico. Cuando está clara, la transformo en el boceto mental de mi obra y arranco a trabajar. Siempre pongo música.
En el momento que pinto pienso “que no se termine”. A veces el cuerpo te dice “basta” pero la satisfacción que sentís te hace seguir adelante.
Excelente !